Ya dimos unos consejos para cuidar nuestros bonsáis después de la estresante labor del trasplante y que alcancemos el éxito de una brotación correcta.
Dentro de esta vorágine de trasplantes hemos visto que, los grandes olvidados del arreglo de raíces son los pinos. Bien es cierto que no podemos podar como en un olmo o en un arce, que los podemos cortar hasta dejarlos casi como esquejes, reduciendo sus cepellones hasta una décima parte.
En los pinos, eliminar más de tres cuartos de sus raíces es peligroso.
Eso provoca miedo a equivocarse y el error suele venir por evitar meterse a fondo en el trabajo.
En vez de pasarse cortando, la gente se pasa de quedarse corta y, ni limpian bien el sustrato, ni ordenan las raíces, ni, por supuesto, podan cuándo y dónde hay que cortar.
Hemos realizado los trabajos aquí descritos a finales del mes de abril.
Eso sí, lo notaremos a largo plazo, de manera lenta, con un debilitamiento paulatino de la planta y, en ese momento, habrá que tomar medidas correctoras que, además, deberemos de afrontar en varios trasplantes, con lo que tardaremos años en solucionar completamente los problemas.
Supuesto número 1:
Primer trasplante de un pino de origen yamadori
Como vemos en la imagen las raíces crecen hacia la derecha y luego se
vuelven hacia la izquierda.
Se trata del típico ejemplo de «raíces en
ovillo» y ocurre cuando estas quedan encerradas y solo pueden dar
vueltas.
En este caso, los limites son la roca en cuya oquedad viviría
este pino.
En una planta cultivada en maceta, esta se planta en el
centro y las raíces giran tomando la forma del contenedor.
Este defecto
es el más difícil de corregir porque hay que desenmarañarlas y después
eliminar las que se pueda y las que no, acortarlas para forzar la
ramificación interior que nos posibilite que, en sucesivos trasplantes,
podamos ir solucionando todas las faltas hasta obtener un nebari
correcto y sano.
Afortunadamente este yamadori se plantó previo lavado, lo que
facilitó que tenga raíces en el interior del cepellón y eso hará que se
pueda corregir en menos trabajos. Para este primer trasplante también se
va a lavar.
¡PERO QUE A UN PINO NO SE LE PUEDEN LAVAR LAS RAÍCES QUE PIERDEN LAS MICORRIZAS!
Puede que alguien esté pensando eso en este momento, porque hay mucho
mito y mucho tabú al respecto.
Ahora la información la sacamos de internet, pero no
necesariamente de lugares especializados y eso no ayuda a mejorar
nuestros conocimientos porque, del mismo modo que se puede acceder a
artículos de calidad, también hay mucha desinformación.
Es muy fácil
encontrar técnicas que se etiquetan como nuevas y que llevan en el mundo
del bonsái desde hace años.
Recordemos que en Japón hay bonsáis que
llevan cultivados como tal desde hace quinientos años.
Por tanto, esto que vemos en este artículo no es nada nuevo, es algo que
se obvia, se desconoce o se deja de hacer por puro miedo.
Pero estas
técnicas se pueden ver en cualquier revista especializada desde el siglo
pasado.
Siguiendo con el lavado o no de raíces en los pinos.
Mirad la foto de
más arriba.
Se pueden ver las micorrizas que tiene y ya se lavó
anteriormente.
No hemos lavado un cepellón de un pino que haya perdido
el hongo, tras el trasplante, y antes de que acabe el periodo de
crecimiento, se puede ver el manto blanco a simple vista sin hacer nada
especial.
Bastan unos meses para que llene el sustrato, por tanto no es
algo de lo que debamos preocuparnos.
Si el árbol sufre o muere tras el
trasplante será por otros motivos, no por falta de micorrizas.
Seguramente hayamos podado en exceso o los cuidados posteriores no han
sido correctos y es más fácil que sea por lo segundo que por lo primero.
Sin embargo, no debemos obviar que cuantos menos trasplantes lleve el bonsái a sus espaldas, más cautos deberemos ser a la hora de usar la tijera en las raíces.
Esto es especialmente importante a la hora de recortar raíces gruesas
(del mismo modo que, al cortar un tronco o rama muy voluminosos puede
retirar savia, ese mismo efecto se produce en la parte enterrada, eso
sí, algo minimizado por la protección frente a la desecación de
encontrarse en el ambiente húmedo del sustrato.
Por el contrario, cuanto más joven es el pino, más agresiva podrá ser la poda en busca del nebari perfecto.
Es vital limpiar y desenredar completamente cada raíz para comprobar
desde dónde nace, hasta dónde llega y, lo más importante, la cantidad de
ramificaciones finas que tiene para saber si podemos cortarla
completamente o solo acortarla y hasta qué punto exactamente.
Según vamos aclarando el cepellón repetimos el proceso. A saber: con el
palillo vamos quitando sustrato sin peinar las raíces, es decir, no
tiramos del palillo.
Pinchamos, movemos un poco, principalmente arriba y
abajo y, con los dedos, desenredamos las raíces poco a poco.
Si es
seguro cortar, cortamos y volvemos a lavar.
De nuevo, palillo…así hasta
que demos por concluída la tarea.
La raíz gruesa que sale por debajo llega hasta el borde del cepellón,
se ramifica y se vuelven todas hacia el centro.
Una maravilla, vamos.
Hay otra raíz tan importante como esta, menos gorda, pero igualmente
ramificada, abundantemente, pero en la punta, así que solo podemos
acortar esas bifurcaciones y esperar que salgan nuevas cercanas a la
base.
Anclaremos el árbol atando sin miramientos en estas raíces
provocando que, con el crecimiento, se estrangulen un poco y estimulen
la aparición de nuevas más cercanas al tronco.
Es bastante fácil venirse arriba eliminando defectos, de modo que,
para prevenir males mayores, cada raíz que cortemos (salvo las muertas),
las echaremos en un punto concreto o en un recipiente para poder saber
qué volumen de cepellón estamos quitando, este truquito va a evitar que se nos vaya la mano.
Tengamos en cuenta que al palillear, desenredar y lavar, se rompen o
dañan pequeñas raicillas que se «pierden» en nuestro control, por lo
tanto, debemos recordar estas que no se ven y lo tendremos en cuenta a
la hora de estimar la cantidad perdida en el proceso.
Ya solo queda
plantar el árbol.
Al hacerlo ordenaremos las raíces para que queden de
la manera más radial posible a la par que las damos espacio entre ellas
para que puedan desarrollarse perfectamente.
Supuesto 2:
Primer trabajo de material de semilla
Este pequeño pino se rescató de la maceta de un acebuche en el que cayeron algunos piñones, así que se plantó tal y como salió.
Comenzamos por cortar la base de abajo, mezcla de raíces propias del pino y otras hierbas (la materia de color blanco):
El mismo cepellón limpio y lavado:
Se aprecia claramente que las raíces toparon con la pared de la maceta y crecieron hacia abajo en forma de garra.
La señalada con el palillo nace donde indica la flecha, así que ahí podemos cortar la raíz gruesa que se clava hacia abajo.
Otra raíz gruesa que cortaremos respetando las raicillas finas de la base:
Habremos cortado unas 8/10 partes del cepellón.
En ejemplares
jóvenes y sanos no es problema, pero no podemos hacer algo así en un
primer trasplante de un pino de origen yamadori o que venga de un vivero
siendo un material con varios años de cultivo a sus espaldas
Plantaremos en el sustrato ordenando las raíces de la forma más radial posible:
Tampoco salen a la misma altura, pero la mayor distancia es de medio
centímetro. Cuando engorden un poquito se irán acercando. Cuanto más
pequeño sea el tamaño final deseado del bonsái, más cercanas en altura
deberán nacer las raíces principales. De todas maneras, el espacio en
este ejemplo es suficiente para que no se note en el futuro.
Tras el error de no limpiar bien los cepellones y/o no cortar las raíces
defectuosas, el segundo fallo más grave en los trasplantes, sean de la
especie que sean, es dejar los nebaris demasiado arriba cuando todavía
se encuentran en fases muy tempranas de formación con el consiguiente
desarrollo de las sumamente antiestéticas raíces en forma de garra.
Si la parte superficial del sustrato se seca a demasiada velocidad, las
raíces van a buscar la humedad hacia abajo, por eso se dan esos defectos
y no debemos tener ninguna prisa en mostrar un nebari, por muy buena
pinta que esté tomando, si aun no hemos llegado a su fase de
mantenimiento.
Fotos: David Benabente